27 de octubre de 2016

Flor

Flor ilumina el lugar a las siete cuarenta y cinco de la mañana. Su luz, que trasciende esa sonrisa genuina y dispuesta, me ubica: estoy en el lugar correcto, por más que los fantasmas del deber y la obligación se cuelen por las costillas al corazón y me hagan dudar.
Así, aunque me suden las manos, aunque tenga que fumar tres o cuatro cigarros con el estómago vacío, aunque la música de la radio no toque todas las fibras por ser tan temprano, aunque tenga que recorrer a conciencia el dolor de la invención de un hábito nuevo y benéfico (crecer), abro la puerta: Flor está ahí.
Para ella, la realidad del mundo se construye con palabras. Yo he aprendido a escuchar su silencio, que muchas veces dice más. A través de la mirada me comunica que está bien, que, aunque el camino sea incierto, hay que recorrerlo y averiguar por qué. Por eso, quizás, sus preguntas son tan precisas: alimenta con dudas el espacio invisible que rodea a la certidumbre.
Flor dice que, si lo piensas bien, todos vivimos en un monólogo constante; que las cosas que decimos, cuando hablamos, las decimos para nosotros mismos; que las cosas que hacemos, cuando actuamos, las hacemos para nosotros mismos. No sé qué piense de lo que se comunica sin palabras, no se lo he preguntado. Del reflejo en dos miradas. De los vínculos sin nombre.
Mi idea de Flor (tejido de admiración, realidad, belleza y fantasía) ha sido el combustible para seguir trabajando. Me ha impulsado a tomar de la mano a mis monstruos y caminar con ellos. Mi idea de Flor me dice que vale la pena el esfuerzo, que el recorrido es mucho más importante que la llegada. Me levanta todas las mañanas y me hace salir de la cama y creer que puedo estar preparado para lo que venga, a pesar de las dudas y del miedo; sobre todo, gracias a las dudas y al miedo. Me ha ayudado a entender que mi vulnerabilidad es mi mayor fortaleza.
Flor es amante de la vida: su risa la delata. Está comprometida con su palabra y con lo que ésta llegue a tocar. No enseña: contagia. Sabe que "saber" viene de sabor, y lo disfruta.
Por eso llego temprano, abro la puerta, la veo y sonrío también. Descubro entonces que no es sólo la presencia de Flor en ese lugar lo que me da luz, es también la mía.