31 de julio de 2011

Cuando salga

Cuando salga de esta miraré al cielo y me imaginaré una figura preciosa en las nubes. Veré tu cara sonriente y apreciaré que aunque la belleza sea dinámica nunca se va. Te tomaré las manos y sentiré tu calor.
Cuando crezca y vuelva a saber qué se siente estar contento, compartiré una risa genuina contigo y pondré más atención en los detalles insignificantes que le dan sentido al mundo que gira. Cuando deje de ver hacia la sombra interior dejaré que me contagies de tu luz y, con cuidado, encenderé una vela que dure mucho tiempo prendida.
Quise creer que la felicidad no existía y ahora que me he convencido, sé que la tristeza absoluta tampoco puede prolongarse indefinidamente. Cuando consiga hacerme grande, y vea todo lo que está pasando ajeno y pequeño, sé que estarás conmigo, como una parte fundamental de mi —de nuestro— tamaño.
Paciencia y movimiento, nada más.

28 de julio de 2011

Sobre la tristeza

En cualquier lugar; ilocalizable, perdida, pero presente. Ambigua, suficiente. Se apodera de pronto de mí y no me suelta. "Tendrás que hacer lo que sabes que tienes que hacer para liberarte de mí", me insinúa la tristeza en un sueño que no recuerdo. La veo volar, va de aquí para allá, viéndome a los ojos cada que desvío la mirada, cada que intento creer que hay algo más.
Tendré que hacer lo que sé que tengo que hacer, recuerdo al recordar el sueño que se olvida. Y resulta que no quiero hacer lo que tengo que hacer. Me pregunto en dónde se parte la delgada línea que divide el hacer del querer. Y entonces quiero hacerlo, entonces quiero hacer lo que sé que tengo que hacer. Pero no puedo. ¿En dónde está la línea que divide el querer y el poder? Está en la tristeza.
Hay tanta luz, me imagino, perdido en la sombra. Todos los días, constante e inevitablemente, el mundo se reduce a unas cuantas palabras que se repiten como el eco de un sonido horroroso. La vista se nubla cansada de no poder enfocar. La atención se disipa en un intento vano de conocer algo distinto. Yo me hundo en un remolino de un fulgor opaco y mordaz.
Luego me levanto mientras me siento arrastrado hacia el lugar más profundo que pueda describir. No lo describo. Intento entonces describir lo que siento sabiendo que lo más probable es que me pierda en un abismo indescifrable de palabras vacías. Me detengo por fin, en un constante movimiento sombrío, y lo digo: estoy triste, estoy muy triste.

22 de julio de 2011

Hay lugar

Hay. Hay lugar. Vengo a decirte —a pedirte— que no te preocupes más. Que cuando sientas que la sombra te rodea demasiado, puedes venir cada que así lo quieras o lo necesites y puedes escucharme al leer estas líneas: hay lugar, hay mucho lugar.
Para la magia, para la creatividad, para la invención y para la reinvención. Todavía hay un sitio para todo eso, todavía existe un lugar para mucho más. Desperézate, sacúdete y vuelve a confiar. Lo encontré, y platicando generalidades me confesó, casi de manera accidental, que todavía hay lugar, que siempre ha habido, que lo que ocurre es que has pasado demasiado tiempo viendo hacia los lugares vacíos, hacia el imposible infinito, hacia la nada.
Pero ven, es buen momento para que veas todo desde mi perspectiva; es un excelente momento para que no pierdas la esperanza y conozcas las novedades de lo que no se ha querido mover y está ahí para ti, esperando con paciencia a que quieras enfocarlo. No lo dudes ahora, por favor; y si lo haces, que sea sólo como un ejercicio de la imaginación, ésa que no podría, ni aunque quisieras, dejarte solo. Pero deja ya de creer que el abismo es real: tú lo inventaste, tú puedes hacerlo desaparecer.
Hay lugar, camarada. Afortunadamente, puedo decirte con certeza que todavía hay lugar. Camina con el temple de quien sabe cómo descansar para poder avanzar a buen ritmo: hay lugar.

16 de julio de 2011

Movimiento restringido

Quiero decir un poquito. Nada demasiado elegante, o llamativo; ni siquiera algo que, al ser leído, mueva o haga pensar. Sólo tengo ganas de mover las manos —los dedos— y pensar, por un momento, fuera de mi cabeza.
Tengo ganas de volver a decir lo que siento. Y me pregunto si la incapacidad será producto de alguna traba entre el sentimiento y la expresión o si, de plano, el problema es que ya no recuerdo cómo se sentía sentir.
Quiero olvidarme de los veredictos. Que los juicios propios y extraños me atormentan y me detienen en la lluvia de la sequía. Sólo quiero salir sin tener que explicar (que explicarme) qué hago afuera.
Quiero compartir contigo este momento. Quiero serlo y que lo seas. Que al verlo, aunque para mí ya haya pasado pero para ti apenas esté ocurriendo, sientas que tú también te puedes mover; y aunque en ocasiones te sientas atado, trabado o restringido, te des cuenta de que eres tú mismo el que se está deteniendo. Entonces, quizás, puedas dejar de hacerlo.