2 de marzo de 2011

Cómo convivir con un delirio

Un delirio es una idea deliciosa. Qué sabor que tienen los delirios. Dulces, amargos, salados, agrios o picantes, saben, saben mucho.
Pero la característica fundamental de los delirios es que por adentro parecen magníficos, maravillosos, aterradores o, incluso, oníricos, y ya por afuera parecen todo menos una idea valiosa. Que por adentro son perfectos, y por afuera desaparecen.
Bien, tan complicados como pueden parecer, hay formas de lidiar con ellos y seguir el día a día sin hacer demasiado revuelo.
Se trata de conocerlos, de apreciarlos, de acariciarlos, incluso, y de dejarlos fluir. Cuando llegan a salir (porque los delirios más grandes buscarán siempre una ruta de salida) la gente no los entenderá, pero es que no es esa su función.
La función del delirio es permitirle a la cabeza ser un lugar grato para concebir ideas que en algún momento dejarán de ser delirantes para imprimir su huella en la realidad de los demás.
Así, entonces, delira con gusto y con precaución, lector, pues, con suerte, con fuerza y con paciencia, tus ideas podrán convertirse en algún hecho valioso.

1 comentario:

  1. Es necesario evitar que los delirios se pierdan en nuestra cabeza, a veces van a parar al fichero de los recuerdos y lo revuelven todo como el aire con las hojas.
    Un abrazo
    (Una pena que cueste tanto leer esa letra con el fondo tan clarito. Igual en rojo o naranja o incluso blanco pero en negrita, resultase mejor...)

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