23 de agosto de 2010

Interacción con una gata

Ya desde niño me lo preguntaba a menudo. ¿Cómo sería para ella, desde su vida gática, desde su perspectiva felina, la interacción conmigo? Porque interactuamos desde hace mucho tiempo ya, y aún me lo pregunto.
Dormida sobre mi silla, abarcándola toda con su enorme —sensata— pequeñez. Duerme. Quiero sentarme a trabajar en la computadora, Gata, pienso, y no me molesto en moverla a otro lugar: la cargo. Pero tampoco me molesté en despertarla —gesto descortés— y por eso intenta morderme. Pero, dormida y todo, no pasa un segundo antes de que me reconozca: lo evita.
Sentado ya, sobre la silla que abarco con mi diminuta —sensata— presencia, reflexiono sobre cómo lo habrá visto ella, dormida ya sobre la cama.

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