28 de abril de 2010

Luna

Decían hace mucho que fue porque un conejo se impactó directamente sobre su superficie. No sé cuántas culturas, hace miles de años, especularon lo mismo. Y no erraron.
Por eso el día que la luna, cansada, nos dio la espalda, fue un impacto paulatino y certero sobre nuestras expectativas. De lo que un pleno círculo, luminoso, podría significar.
Nos dio la espalda, pero no nos negó, y no se negó; siguió presente, siguió alumbrando. Se volteó, pero no dejó de mostrarnos la cara, su otra cara; quizás su otra intención.
Inédita, al final, la luna sólo quería decir que es "mucho más que una mancha de conejo"; desafortunadamente duró tan poco que, para cuando todos, juntos, voltearon, ella también se había volteado. Sí, el conejo se había escondido para que alguien lo siguiera, pero ya estaba de regreso.
Aunque la verdad es que nadie la vio girar. Fue sólo que el conejo sacaba la lengua. Especulé sobre el cansancio de moverse, aunque fuera alrededor de uno mismo.
¿De dónde más podía venir el brillo? ¿Del Sol?

No hay comentarios:

Publicar un comentario